sábado, 8 de octubre de 2011

OFRENDA DEL MANTO Y PROCLAMACIÓN DEL PATRONAZGO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL PILAR (8 de octubre de 1961)



Santísima Virgen del Pilar, Madre de Dios y Ma-
dre nuestra.

De rodillas, humildemente postrados ante tu Pilar
sagrado estamos los hombres de la División Azul.
Venimos anhelantes para solicitar con gozosa y
segura esperanza Tu excelsa protección, Tu dulce
patronato. Cumplimos así un ardiente deseo que
nació en nuestros corazones el mismo día en
que partimos para aquella gloriosa aventura.
Porque Tú, Madre, siempre y desde entonces
has sido nuestro guía y amparo.

El capitán laureado, el soldado anónimo, el rey y
el vasallo, el santo y el escritor han legado hasta Ti
para buscar augurios de victoria, certidumbres de
éxitos, consuelo en los reveses, alegría en las tristezas,
ardor para los difciles embates de la vida, luz en las
oscuridades de la duda, perdón en las borrascas del
pecado, aliento en las jornadas de cansancio y amargura.

A Ti se volvieron angustiados nuestros ojos en las horas negras
de la desesperanza y Tu nombre bendito, mil veces repetido,
estallaba como granada luminosa en el estruendo del combate
y sellaba para siempre los helados labios de nuestros muertos gloriosos.

Somos tus hijos. Nos conoces, Madre. Sabes que no fuimos a aquella
incierta aventura movidos por el ansia de botín ni agitados por
sentimientos bastardos, ni impulsados por el odio, ni alentados
por el rencor. Bien sabes, Madre, que la razón última y secreta
de nuestra empresa no fue otra que la defensa de una Cruz,
aquella en que Tu Hijo murió para que los hombres nacieran a la vida eterna.

Madre, en unas tumbas sin cruces ni plegarias, bajo un
cielo barrido en estrellas, hermanos nuestros esperan
la resurrección de la carne. Suplicantes te pedimos
alcances para ellos de tu Divino Hijo la luz de la
gloria eterna y para nosotros los que peregrinamos
en el valle de lágrimas, que tu Pilar sea escudo
de nuestra fe, baluarte de nuestra virtud, sillar
inconmovible de nuestra unidad. No
permitas, Señora, que en nuestras filas
prenda la semilla de la discordia y un día,
llegado nuestro relevo último, definitivo,
bajo la protección de tu manto, podamos
entrar radiantes en el Reino eterno de tu Divino Hijo.

8 DE OCTUBRE DE 1961 (50 ANIVERSARIO)


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