martes, 29 de enero de 2019

En el centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús (II)


La fórmula de la Consagración

Es innegable su relación con otras ya usadas en dos ocasiones extraordinarias: al terminar la procesión del Congreso Eucarístico Nacional de Valencia, en noviembre de 1893, y la del Congreso Eucarístico Internacional en Madrid en junio de 1911. Ambas fórmulas le fueron presentadas al Rey, quien escogió una adaptación de la de Valencia con algunos retoques personales compatibles con otras sugerencias aducidas por algunos. El texto mismo de la Consagración leída por el Rey es la siguiente:

"Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón de Dios-Hombre, Redentr del Mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan:

España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
 
   Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el reino de Dios en la paz de las almas, redimidas por Vuestra Sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley; reconocemos que tenéis por blasón de Vuestra Divinidad conceder participación de Vuestro Poder a los Príncipes de la tierra y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.
 
   Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna: luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia, todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.
 
   Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la Ciencia y de las Letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.
 
   Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que tantos pueblos ha desangrado; continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia. Desde estas alturas que para Vos hemos escogido, como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la pacifica armonía de todas las clases sociales, encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, mas llevadero su trabajo.
 
   Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la Nación y defensa del Derecho. Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida, pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de Vuestro Amor y en el regalado seno de Vuestro Corazón Adorable. Así sea."

Tal fue aquel acto de trascendencia indiscutible, motivo de alabanzas y de criticas según las diversas actitudes personales y de grupo. Consta ciertamente que al mismo Rey quisieron primero disuadirle de llevarlo a efecto, y luego forzarle a su anulación (por compromisos masónicos) para garantizar su trono.  Lo que nadie puede discutir en su carácter valiente (sobre todo si fue un rasgo espontáneo) no sólo al autorizarlo con su presencia, sino al hacerlo él mismo personalmente, ya que  había sido consagrado desde niño al Corazón de Cristo y llevaba desde entonces su imagen al cuello. Si en aquella ocasión solemne de la Consagración, en el mismo salón del trono, cuando el Congreso Eucarístico  de 1911, fue ya un gesto muy suyo permitirlo y presenciarlo, hubiera parecido menos digno delegar en otro en ocasión tan extraordinaria como ésta.
 

domingo, 27 de enero de 2019

En el centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús (I)


Iniciamos con esta publicación una serie dedicada a conmemorar el centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús (1919-2019). En este sentido, me dedicaré a transcribir una serie de textos relacionados con este asunto, extraidos del libro "Corazón de España, Historia del Monumento del Cerro de los Ángeles (1900-1976)", del P. José Caballero S.J.

A primeros de abril de 1919, se dieron los últimos pasos para la Consagración de España ante el monumento tuviera un carácter de oficial y, por tanto, que fuera realizado con participación del mismo Rey.  El ambiente de aquel tiempo no sintonizaba con esta idea, como mostraron muchos de los componentes del Gobierno: parecía un reto de laicismo liberal dominante. Hubo crisis, y el 15 de aquel mes juraba el nuevo Gobierno, presidido por don Antonio Maura. A pesar de varias amenazas anónimas, asistió en pleno al acto de la Consagración  el 30 de mayo.

  1. Evocación de aquel día inolvidable
El "Boletín" del Obispado de Madrid publicaba el día 20 (tan sólo diez días antes) una circular de monseñor Melo y Alcalde, que deja entrever las dificultades de última hora:

"No es ocasión ésta de enumerar las dificultades de odo género que surgieron en el camino de esta gloriosa empresa. Venciólas todas la piedad española. El monumento, oración esculpida en piedra, profesión de fe y amor de un pueblo cristiano, se levanta gallardo sobre el Cerro de los Ángeles, y Dios mediante, el dia 30 de los corrientes, festividad del Santo Rey Fernando III, hemos de celebrar su inauguración." (Indicaba a continuación las normas oportunas para que toda la nación se uniese aquel día a los actos inagurales.)

El ardoroso P. Crawley había teido a fines de mayo un tríduo preparatorio en la iglesia de San Jerónimo que, de haber podido servirse de los medios actuales de difusión, habría hecho vibrar a unísono los corazones e todos los españoles. Con todo derecho aparecía luego, en el acto del día 30, en un lugar preferente, junto con los principales participantes en la campaña.

Desde media mañana, iban llegando por todos los caminos multitud de coches y grupos de personas a pie que cubrían la colina en actitud expectante. Aquellos miles de personas se sentían como en representación de los miles y miles que sólo asistían con el deseo. Desde la ermita al monumento, se habia dispuesto el terreno del mejor modo para aquella concentración. Tapices y macizos de planta y flores, adornaban el conjunto. A la izquierda se alzaba una tribuna para la Familia Real, y a su derecha se había colocado los sitiales para el Gobierno, autoridades e invitados.

 A las 11:30 se alzó el pendón morado de Castilla junto a la real tribuna, y en la parte misma del altar una gran bandera nacional, símbolo de la patria española. El cornetín de órdenes anunció la llegada de los Reyes, que fueron recibidos por el Nuncio de S.S., y demás prelados asistentes.

Vestía el Rey uniforme de Capitan General, con todas las insignias de gran gala. La Reina también elegantemente vestida y ricamente ataviada.

Eran las 11:45 a.m. cuando el Prelado bendijo el monumento y, revestido de ricos ornamentos, comenzó la Santa Misa. A la elevación, todas la bandas dejaron oir los acordes de la marcha real, mientras todos adoraban reverentes al Señor, Rey de Reyes. Antes de la bendición final  se dio lectura al telegrama de S.S., firmado por el cardenal Gasparri, concediendo la bendición papal para todos los presentes.

En el centro del altar se expuso en rica custodia al Señor en forma consagrada en la misma misa, y el duque del Infantado y el señor Obispo de Sión, se dirigen a la tribuna real para acompañar a Su Majestad hacia el altar. Acompaña al Rey toda la Familia Real, y queda de rodillas junto al altar. El Rey subió las gradas hasta el lado de la epístola y recibió de manos del duque del Infantado el pergamino con la fórmula de la Consagración. Apoyado en su sable, escuchó de rodillas las preces de la exposición, y en seguida, mientrs todos seguían de rodillas, se colocó de pie, medio vuelto hacia la custodia y al pueblo, y con voz serena, acompasada, leyó sentidamente la fórmul, cuyas frases eran acogidas por todos en un silencio impresionante. La bandera del otro lado del altar, azotada por el viento, era el único rumor que acompañaba la voz del Monarca. ¡Gesto inmortal, de verdadera y soberana caballerosidad, "digna en todo de la historia e hidalguía del pueblo caballeresco por excelencia", como había de deirm cuatro años más tarde, S.S. Pío XI al recibir la visita del mismo Alfonso XIII.

Se organizó en seguida la procesión para trasladar al Santísimo hasta la ermita de la Virgen, escoltado por la Familia Real, y aclamado por todo el público, y desde la explanada de arriba trazó la bendición con la custodia el Cardenal Primado sobre aquella multitud y toda España consagrada por labios de su Rey al Corazón de Jesucristo.

Nada tiene de extraño, en contraste con el entusiasmo del pueblo sinceramente católico que se siente unido al acto de su Rey, el clamoreo furioso de las sectas, que lanzaba su rabia contra aquel acto que calificaba de "delirio y loco desafio".

jueves, 24 de enero de 2019

Tiempos modernos

Manifestación "contra el comunismo, el terrorismo y las injerencias extranjeras" y a favor de Francisco Franco en la plaza de Oriente (Madrid, 1970)

 
Me pregunto si alguna vez, algún dirigente político español actual (de la mal llamada "España democratica") ha suscitado tanta adhesión, como la tuvo en su día Francisco Franco. La foto habla por sí sola.

Ahora, la política consiste en ser "virales", es decir, que hablen de ti en las redes sociales. Ningún político omite hoy  publicar sus declaraciones y comentar  la actualidad en ellas. Sino, no eres actualidad. Ahí, en esas mismas redes, se encuentrar a salvo del escrutinio de la ciudadanía.  No ocurría lo mismo hace 40 años, cuando se llenaban plazas de toros, cosa que ocurría hasta en los primeros años de la transición democratica.

Ahora no, todo se limita a publicar "tweets". Eran otros tiempos. Se echan de menos. No volverán nunca más.




martes, 22 de enero de 2019

Francisco Franco, cristiano ejemplar



  
"Una noche cualquiera, en el recogimiento de una iglesia silenciosa, un puñado de hombres - que por el día viven las preocupaciones familiares y humanas propias de los demás hombres: el negocio, los estudios, el arado, la milicia - se reúnen para pasar la noche en turno de vela ante Jesús Sacramentado... Y acabar en la madrugada, comulgando en una Misa cargada de un recogimiento tensísimo Estos hombres son mozos, con un porvenir indeciso. Luego, la riada de la vida los empuja cada cual a su destino. Uno llegó a la Jefatura Suprema del Estado.

Por encima de los compromisos políticos: por encima de las miserables componendas a que vivien sujetos los hombres en la tierra, a España le ha concedido el Señor la posibilidad de que jóvenes acostumbrados a montar guardia de honor a los pies del altar rijan los destinos de la Patria. A nadie puede, luego, extrañar, que queramos, que deseemos con todo el fuego del alma una nación totalmente católica, que no aceptemos distingos a la hora de ponernos de rodillas para que Dios se alce en manos del sacerdote. Nuestras madres nos enseñan a hablar repitindo el "Santa María"; de nuestros padres nos viene un respeto sacro para las cosas santas. En España la fe es ardiente como el sol de Castilla, recia como una tormenta de verano, delicada como los momentos de un cierto amanecer. Por todo eso hemos llorado de agradecimiento a Dios leyendo en esa ingenua acta nocturna de 1911 el nombre de un teniente segundo del regimiento de Zamora."

(Revista PAX, 29 de mayo de 1952)

FRANCISCO FRANCO, CRISTIANO EJEMPLAR


Garrido Bonaño, Manuel (O.S.B.)
Publicado por Fundacion Nacional Francisco Franco - Madrid (2003)