jueves, 10 de febrero de 2011

Krasny Bor, testimonio de Ángel Salamanca.




"Parecía que el cielo se iba a desplomar, que se acaba el mundo, que nadie va a quedar vivo. Faltaban pocos minutos para las siete de la mañana del 10 de febrero de 1943 y había comenzado el miércoles negro en Krasny Bor. La artillería rusa inicio el castigo sin piedad. Los españoles que estábamos en primera línea corrimos a los búnkeres a cobijarnos de los fogonazos de más de 800 cañones que hacían agujeros tan grandes como plazas de toros. La tierra temblaba y el humo hacia difícil la visibilidad. Estábamos escondidos como ratas en el búnker, a 2,5 metros de profundidad. Todo era ruido, fuego, gritos, lodo, nieve y sangre. El termómetro no subía de los 25º bajo cero. Pese al frío, se sudaba, pero no se comía, ni se beba, ni se fumaba, ni se daban los buenos días. Muchos oficiales, en labores de vigilancia, fueron alcanzados con los primeros bombazos, dejando sin mando a la tropa. Fue Hasta una de las claves de la batalla. Se decía que nunca casa un obús o un mortero donde ya había caído otro. Mentira. Caían por cientos, unos encima de otros, y al explotar esparcían metal caliente en todas direcciones. Cada una de las 800 bocas vomitaba fuego cada 10 segundos, el tiempo necesario para cargar y disparar. Enseguida se sumaron los famosos organillos de Stalin, camiones con plataformas de artillería que disparaban consecutivamente, provocando un ruido atroz, como si fuesen órganos. Tanto poderío militar para el sector tan reducido por el que se peleaba era una barbaridad.

Nosotros habíamos guarnecido las ametralladoras y las maquinas automáticas que teníamos, en los búnker, tapadas con mantas, con todo lo que pudimos para protegerlas. Fueron dos horas... yo no he visto nunca caer tantos proyectiles. Decir que había un metro y medio de nieve congelada cuando empezó el bombardeo, y que cuando remato, a las diez de la mañana había un barrizal que no había quien pasase por allí

Cuando la artillería paro, vino la aviación y nos dio una buena pasada también. Los rusos yo no sé si se creían que con toda la artillería que nos habían mandado, allí­ no quedaba nadie vivo, porque era para que hubiesen muerto todos, porque había caído allí­ yo que si... Venían, si usted se acuerda de las películas americanas, esas en las que aparecen manadas de búfalos... pues igual venían. Venían todos corriendo... no sé que se creían.

Pese a que el avance terrestre del Ejército Rojo se produjo por cuatro líneas de penetración con una división en cada una -44.000 hombres en total-, se toparon con serias dificultades, la artillería había dejado el acceso a nuestras nevadas posiciones como un completo barrizal por donde los carros de combate T-34 quedaban atascados y los esquiadores, empantanados.

Pero más importante fue que no esperaban nuestra respuesta. Crean que tras el bombardeo estaríamos todos muertos. Y lo que hicimos fue salir a nuestros puestos, emplazar las máquinas y recibirlos a fuego limpio. Las ordenes del capitán Palacios eran claras: "¡Resistir y resistir!"."

PARA SEGUIR LEYENDO PULSE AQUÍ.



1 comentario: