jueves, 9 de junio de 2011

Un apunte al "camarada Otero"



ENLACE A LA NOTICIA

El "camarada Otero", sujeto que se hizo famoso el pasado día 9 de junio por salir como orador espontáneo de los acampados de Sol en las puertas del Congreso de los Diputados, ha concedido una entrevista al diario Público.
"Román", como prefiere que le llamen, es un ex-militante de un sin fín de partidos comunistas españoles, por lo que ha acabado desengañado de toda la izquierda política en España y no se siente representado por nadie. Ni por IU.
Durante la entrevista (que la pueden leer en el enlace a la misma) critica duramente al régimen de Francisco Franco, y por ende a todos los logros del mismo. Eso si, tiene razón en una cosa. La Seguridad Social no es la que era. No. Desde luego que no. No la que nos dejó Franco como uno más de los muchos logros de su gobierno. Yo también la echo de menos "camarada Otero".

¿Ningún partido?

"Yo estaba en el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) y antes, en el PCE. Soy fundador de la Plataforma de Ciudadanos por la República y, hasta ahora, he estado en Corriente Roja, una organización de lucha. Pero en la izquierda no ha habido, y yo le doy la razón a todos los jóvenes, más que personalismos y mierda, en vez de crear esto: una unidad de la izquierda, un frente de izquierdas o un frente popular, lo que sea, contra... Es que son verdaderos criminales. Y que vayan corrompiendo la seguridad social... Esto no tiene nombre."


¿Sabías que la Seguridad Social fue creada por Francisco Franco?

“La Seguridad Social ha sido, a mi juicio, el instrumento más poderoso para el cambio social, para la
redistribución de la renta, para la igualdad de oportunidades, para la constitución de una sociedad más igualitaria y más
libre. Bastaría que por una abstracción mental elimináramos del entramado de nuestra sociedad y de la vida de los españoles el
sistema público de pensiones, la protección sanitaria, el seguro de accidentes, la protección frente al desempleo... Nos daríamos
cuenta de que retrocederíamos a una sociedad distinta, en la que la mayoría ni se sentirían iguales, ni se sentirían auténticamente
libres, acosados por incertidumbres e inseguridades absolutamente vitales, de las que sólo estarían libres los económicamente
privilegiados; retrocederíamos a una sociedad no sólo injusta, sino insegura y enfrentada por el espíritu de clase.” (Licinio de la
Fuente en Razón Española)

Como veremos a continuación, la Seguridad Social para todos los españoles fue obra de Francisco Franco.
Un poco de historia:


En 1936, apenas existía doctrina, y pocas medidas de protección y éstas sobre sectores muy limitados
En 1938, en plena guerra civil, se promulga el Fuero del Trabajo en el bando Nacional o franquista, que puede
considerarse el cimiento sobre el que se construyó la Seguridad Social tal y como la entendemos en años posteriores. En el
Fuero del Trabajo se lee que ‘’el Estado valora y exalta el trabajo y lo protegerá con la fuerza de la ley, otorgándole las
máximas consideraciones y constituyéndolo en uno de los más nobles títulos de jerarquía y honor’’. En el mismo
documento, el Estado se compromete a ampliar los seguros de vejez, invalidez, enfermedad y paro forzoso
En el Fuero de los Españoles, de 1945, gobernando Francisco Franco, se da ya un cuadro bastante completo de seguros
sociales
Se van creando sucesivamente la Mutualidad Agraria, el Montepío de Servicio Doméstico y el Régimen de Autónomos. Todo
esto desemboca y se refunde en la Ley de Bases de 1963, en pleno franquismo.
Con la Ley de Bases de 1963, realizada por Francisco Franco, como hemos visto, ya se puede hablar de una auténtica
Seguridad Social, en el sentido en que la conocemos ahora
Esta Ley se completó en 1972 y 1974, gobernando todavía Francisco Franco. “La protección era muy amplia y comprendía:
asignaciones por hijo, incluso ilegítimo, asignación mensual por la esposa, con ciertas limitaciones, asignaciones por
matrimonio y natalidad, que incluso beneficiaban a los pensionistas. La protección se incrementaba en los casos de familias
numerosas. El sistema era, como en otras prestaciones de la Seguridad Social, de los más completos de Europa, si bien la
cuantía de las prestaciones me pareció siempre escasa.” (L. de la Fuente) “Es una pena que el deterioro del sistema de
protección a la familia se haya ido acentuando a partir de los años setenta, deterioro que se refiere no sólo a la cuantía
sino también al carácter y alcance de las prestaciones, según la nueva regulación de 1994 (Nota: gobernando el psoe, con
Felipe González de presidente). Nunca podremos determinar en qué medida este deterioro ha influido en el descenso de la
natalidad, que está adquiriendo caracteres alarmantes.” (L. de la Fuente)
En la Ley de 1972, de Francisco Franco, se hace especial énfasis en que los trabajadores, que son la principal fuente
de energía del progreso, se beneficien de éste: “lo que queremos es que (…) [los trabajadores]participen en la renta
nacional que se vaya consiguiendo con una participación suficiente que les corresponde no sólo por razones de solidaridad
sino de justicia... La renta nacional que ahora tenemos no la produce sólo nuestro esfuerzo, la produce también el
esfuerzo aportado antes por los que a lo largo del tiempo y en condiciones ciertamente mucho más difíciles fueron
creando nuestro patrimonio y las bases que hacen posible esa renta; fueron creando esa España mejor en la que nosotros
podemos permitirnos ahora el orgullo de mirar un horizonte de esperanza para nosotros y para nuestros hijos, horizonte del
que no podemos dejar al margen precisamente a nuestros padres...

viernes, 6 de mayo de 2011

La nación os llama a su defensa.


¡Españoles! A cuantos sentís el santo nombre de España, a los que en las filas del Ejército y la Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio de la patria, a cuantos jurasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la nación os llama a su defensa. La situación en España es cada día más crítica; la anarquía reina en la mayoría de los campos y pueblos; autoridades de nombramiento gubernativo presiden, cuando no fomentan, las revueltas; a tiro de pistola y ametralladoras se dirimen las diferencias entre los asesinos que alevosa y traidoramente os asesinan, sin que los poderes públicos impongan la paz y la justicia. Huelgas revolucionarias de todo orden paralizan fa vida de la población, arruinando y destruyendo sus fuentes de riqueza y creando una situación de hambre que lanzará a la desesperación a los hombres trabajadores. Los monumentos y tesoros artísticos son objeto de los más enconados ataques de las hordas revolucionarias, obedeciendo a la consigna que reciben de las directivas extranjeras, con la complicidad y negligencia de los gobernadores de monterilla. Los más graves delitos se cometen en las ciudades y en los campos, mientras las fuerzas de orden público permanecen acuarteladas, corroídas por la desesperación que provoca una obediencia ciega a gobernantes que intentan deshonrarles. El Ejército, la Marina y demás institutos armados son blanco de los más soeces y calumniosos ataques, precisamente por parte de aquellos que debían velar por su prestigio, y entre tanto los estados de excepción de alarma sólo sirven para amordazar al pueblo y que España ignore lo que sucede fuera de las puertas de sus villas y ciudades, así como también para encarcelar a los pretendidos adversarios políticos.

La Constitución, por todos suspendida y vulnerada, sufre un eclipse total: ni igualdad ante la ley; ni libertad, aherrojada por la tiranía; ni fraternidad, cuando el odio y el crimen han sustituido el mutuo respeto; ni unidad de la Patria, amenazada por el desgarramiento territorial, más que por regionalismos que los Poderes fomentan; ni integridad ni defensa de nuestra frontera, cuando en el corazón de España se escuchan las emisoras extranjeras anunciar la destrucción y reparto de nuestro suelo. La Magistratura, cuya independencia garantiza la Constitución, sufre igualmente persecuciones y los más duros ataques a su independencia. Pactos electorales, hechos a, costa de la integridad de la propia Patria, unidos a los asaltos a Gobiernos civiles y cajas fuertes para falsear las actas formaron la máscara de legalidad que nos presidía.

Nada contuvo las apariencias del Gobierno, destitución ilegal del moderador, glorificación de las revoluciones de Asturias y Cataluña, una y otra quebrantadoras de la Constitución, que en nombre del pueblo era el Código fundamental, de nuestras instituciones.

Al espíritu revolucionario e inconsciente de las masas, engañadas y explotadas por los agentes soviéticos, se ocultan las sangrientas realidades de aquel régimen que sacrificó para su existencia 25 millones de personas, se unen la molicie y negligencia de autoridades de todas clases que, amparadas en un Poder claudicante, carecen de autoridad y prestigio para imponer el orden en el imperio de la libertad y de la justicia.

¿Es que se puede consentir un día más el vergonzoso espectáculo que estamos dando al mundo? ¿Es que podemos abandonar a España a los enemigos de la Patria, con proceder cobarde y traidor, entregándola sin lucha y sin resistencia?

¡Eso, no! Que lo hagan los traidores, pero no lo haremos quienes juramos defenderla.

Justicia, igualdad ante las leyes, ofrecemos.

Paz y amor entre los españoles; libertad y fraternidad, exenta de libertinajes y tiranías.

Trabajo para todos, justicia social, llevada a cabo sin encono ni violencia y una equitativa y progresiva distribución de riqueza, sin destruir ni poner en peligro la economía española.

Pero, frente a esto, una guerra sin cuartel a los explotadores de la política, a los engaños del obrero honrado, a los extranjeros y a los extranjerizantes, que directa y solapadamente intentan destruir a España.

En estos momentos es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia; en todas las regiones el Ejército, la Marina y fuerzas del orden público se lanza a defender la Patria.

La energía en el sostenimiento del orden estará en proporción a la magnitud de la resistencia que se ofrezca.

Nuestro impulso no se determina por la defensa de unos intereses bastardos ni por el deseo de retroceder en el camino de la Historia, porque las instituciones, sea cuales fuesen, deben garantizar un mínimo de convivencia entre los ciudadanos, que, no obstante las ilusiones puestas por tantos españoles, se han visto defraudadas pese a toda la transigencia y comprensión de todos los organismos nacionales, con una respuesta anárquica, cuya realidad es imponderable.

Como la pureza de nuestras intenciones nos impide el yugular aquellas conquistas que representan un avance en el mejoramiento político social, el espíritu de odio y venganza no tiene albergue en nuestro pecho; del forzoso naufragio que sufrirán algunos ensayos legislativos, sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza, haciendo reales en nuestra Patria, por primera vez y en este orden, la trilogía, fraternidad, libertad, e igualdad.

Españoles: ¡Viva España! ¡Viva el honrado pueblo español!

Francisco Franco Bahamonde

Tetuán, 17 de julio de 1936.

viernes, 1 de abril de 2011

Hoy es 1º de Abril.



En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El Generalísimo

Franco

Burgos 1º abril 1939.

jueves, 10 de marzo de 2011

Carrillo sobre Paracuellos: "me molesta bastante que me lo recuerde usted".


El domingo pasado, durante el programa de La Sexta "Salvados", Jorge Évole preguntó al asesino Carrillo sobre su "hazaña" en Paracuellos del Jarama. El ex-secretario general del P.C.E. respondió (min.12:30):
"Me molesta bastante que me lo recuerde usted. Sobre eso yo he dicho todo lo que tenía que decir, y se acabó. (...) Yo mismo no sé ni lo que pasó. Desde luego, pasaron cosas que yo no he sabido. La guerra es la guerra y mire usted, en la guerra para vencer al enemigo hay que matarle. Hay que tirarle más tiros que él a usted, o tener mejor puntería, o tener más soldados en un momento dado. Y nosotros siempre teníamos menos soldados, menos armas, que ellos".

jueves, 24 de febrero de 2011

Un abrazo efusivo.


Siempre he querido reservar el contenido y las publicaciones de este blog para cuestiones que se limiten a ensalzar la historia gloriosa de España en todas sus vertientes y capítulos. Lo que me indigna o lo olvido o lo leo en otros lugares.
Eso sí, ocurren cosas que hay que denunciar porque no queda otra. Ayer se conmemoró en el Congreso de los Diputados el 30 aniversario del ¿fracasado? golpe de Estado del 23 F. Fue un acto institucional más de los muchos a los que nos tienen acostumbrados nuestros políticos y su realidad virtual paralela. Pero vamos a ir dejando a un lado la insoportable noñería democrática de este tipo de actos en los que la vanidad de todos sus asistentes llega a cotas infinitas y en los que todos son superdemócratas y nos centraremos en una anécdota que pudo pasar desapercibida para muchos.
A mí ya hay pocas cosas que me escandalicen en la vida política española pero me impactó el abrazo efusivo del Rey don Juan Carlos al genocida y criminal de guerra Santiago Carrillo, marques de Paracuellos por la gracia de Stalin y de la Internacional Comunista. Supongo que el Rey sabrá que el viejo nonagenario al que abraza tan efusivamente es uno de los máximos responsables del terror rojo en la capital de España durante la Cruzada de Liberación. El que nunca ha negado su protagonismo clave en la matanza perpretada por los comunistas y anarquistas, sicarios de Carrillo y de Stalin, en el municipio de Paracuellos del Jarama en los primeros meses de la contienda.
El mismo Carrillo ha llegado a admitir en una entrevista en el diario El País (9 de enero de 2005) su responsabilidad "a medias" en esa matanza que ha quedado impune y olvidada para la tan cacareada "Ley de Memoria Histórica". Ante la pregunta del periodista sobre su responsabilidad en la matanza de Paracuellos, el ex-secretario general del P.C.E. respondió con un cinismo que no oculta su responsabilidad:
"la única decisión que yo tomé fue respecto a aquellos dos mil militares que estaban en la cárcel de Madrid porque se habían sublevado en el Cuartel de la Montaña y era la de trasladarlos a Valencia... Puse aquella misión en manos de mis colaboradores de la seguridad del traslado... y la gente que ya había sufrido los ataques fascistas se lanzo a por ellos y la guardia que iba custodiándolos no los defendió. Si alguna responsabilidad tuve yo de aquello fue la de no tener capacidad para controlar y castigar a los responsables..., fue una desgracia tremenda, pero hubiera sido mucho peor que se hubieran unido al Ejército que estaba atacando a Madrid... Yo he soportado esta calumnia de Paracuellos, que tendré que soportar en esta vida".
El Rey dijo ayer que "estamos mucho mejor" que aquel 23 de febrero. Si el precio de esa mejoría general respecto a hace 30 años es constatar la impunidad de algunos personajes que siguen sin ser ajusticiados por sus crímenes de guerra y de genocídio, justo cuando mas se habla de "memoria histórica" y de reparación del dolor causado por una guerra civil, es evidente que estamos ante una mejoría relativa y putrefacta. Haría bien el Rey de España en cuidarse mucho en sus demostraciones de afecto a ciertos personajes siniestros que no dejan de sorprendernos por su vitalidad y su esperanza de vida.

martes, 22 de febrero de 2011

Un Guardia Civil (Tribuna Pública de ABC, marzo de 1981).

Estos días se conmemora el 30 aniversario de la entrada del Teniente coronel Antonio Tejero Molina en el Congreso de los Diputados. Es en estos días cuando más se expande por los medios de comunicación la mentira, la difamación, la calumnia, la burla y la mofa hacía la persona de Antonio Tejero Molina. Es en estos días cuando, año tras años, Antonio Tejero Molina se convierte de nuevo en protagonista de la "actualidad informativa". Es así como Antonio Tejero Molina se convierte en la presa fácil de todos los carroñeros mediáticos. No importa, él ya está acostumbrado a tanta mierda.
Ahora nos toca a nosotros conocer más a un personaje demasiado desconocido para la mayoría de los españoles, y por ello difundo hoy una famosa "Tribuna Pública" de ABC en la que Antonio Tejero nos descubre en propia persona importantes rasgos de su personalidad. Es necesario conocer a una persona así, y cuyos únicos ideales siempre han sido DIOS y ESPAÑA.
Debe por ello constituir un ejemplo para nosotros. Lo publicado aquí abajo constituirá de gran ayuda.



Tribuna Pública de ABC (marzo de 1981)

UN GUARDIA CIVIL


Por Antonio TEJERO MOLINA. Teniente coronel de la Guardia Civil

En el Ejército, lo primero que se hace antes de iniciar una relación entre varios es presentarse con el nombre, grado y destino, como pequeño adelanto de la personalidad del militar; y como por circunstancias harto conocidas me encuentro en boca de muchos de mis compatriotas, quiero presentarme ante ellos para que, de esta forma, lo más objetivamente que pueda hacerlo, sepan algo sobre quién es Tejero y las circunstancias que le rodean.

Ante ustedes, no por voluntad propia, sino por avalares del destino, se presenta Antonio Tejero Molina, militar español, para quien ante el sacrosanto nombre de España todo lo demás, excepto Dios, queda oscurecido de tal forma que apenas sí se ve, de tal forma que por ella, por España y cuanto representa, río, sufro, trabajo, vivo y si es necesario muero con alegría.

Que el sentirme español sea para mí el más preciado título, tiene una sencilla y demostrable explicación: es que España es tan grande, tan hermosa... Es grande en su historia, hermosa en sus tierras, rica en sus campos, fecunda en sus gentes y divina en su lengua: ¡El español! Me he recreado miles de veces mirando con avaricia sus tierras; y lo mismo me ha estallado el alma de orgullo ante sus altivas montañas, que ante sus verdes y sosegados valles de Vascongadas; lo mismo se ha perdido mi ilusionada mirada en su inmensa llanura manchega, que he creído volar desde lo alto de los Picos de Europa; lo mismo me he tostado bajo el sol en sus playas de Málaga y de Maspalomas, que me he quemado con sus nieves en Candanchú y en el «Escaparate»; me he empapado durante años con el agua de sus cielos de Galicia, de la misma forma que me he abrasado al sol de su hermosa “siberia” extremeña...

Y la belleza de sus rías, y el fragor de sus minas, y el bullicio de sus ciudades, y el sosiego de sus pueblos, y el sabor de sus vinos: Jerez, Rioja, Jumilla, Priorato, Rueda y Ribeiro...; y el gusto de sus guisos: fabada, cocido, escudilla, gazpacho, caldereta, pote, marmitako, sancocho... Comidas y bebidas de una raza bravía cuyos machos han llegado a ser dioses y ejemplo de heroínas sus hembras.

Y de su tierra a su historia, ante la que, señores, ¡hay que descubrirse! Todos sabemos que desde los Reyes Católicos fuimos una gran nación, que no tardó en convertirse en grandísima. Tan grande era que en ella no se ponía el sol; y alumbró entonces nuevas tierras y se entregó generosa a aquellas hijas de más allá del océano, que son hoy pueblos hermosos que recuerdan a la Madre Patria que les dio el ser, que la recuerdan en español, y que en español, y a la sombra de la cruz, rezan sus hijos.

Desde entonces, nuestra Patria ha caminado siempre por la Historia sacudiéndose el yugo cuando intentaron ponérselo, porque al grito de «¡La Patria está en peligro!» ha tenido siempre prestos a sus hijos para volver a convertirla de meretriz en soberbia matrona. Y es esa Historia la que nos grita: «¡Mirad a España!, pero mirad sintiéndola, para que se nos grabe en el alma, para llevarla eternamente en nuestros sentidos.» «¡Mirad a España!, pero viéndola en sus tierras, oyéndola en sus cantares, descubriéndola en su Historia, abrazándola en su bandera, rezando en sus templos, mirando sus cielos, trabajando sus campos, amando a sus gentes, comiendo sus guisos, bebiendo sus caldos, sudando bajo su sol y tiritando sobre su nieve.»

«¡Mirad a España! besando a sus hembras y pariendo a sus hijos.» Solo así te sentirás español. Español a quien le duele España. Y hoy nos duele porque no nos gusta como es. Hoy nos duele porque España tiene que ser una y grande y no muchas y rota. Nos duele porque antes era alegre y ahora está asustada, y porque antes tenía trabajo y paz para sus gentes y ahora tiene paro y sangre en sus tierras; porque antes era respetada y ahora es el «hazmerreír» de los extraños; porque antes estaba gobernada y ahora tiene a unos dirigentes que, en vez de repartir paz, trabajo y justicia social —y también de la otra— discuten tan ricamente desde sus cómodas poltronas el sexo de los ángeles..., y eso, amigos, como español, duele; ¡duele hasta reventar!

Pero volvamos a mi presentación. Este español dolorido nació en Málaga hace cuarenta y ocho años, se crió en Alhaurín el Grande, «el lugar», como le decimos; nació de la clase media, bueno, eso creía yo hasta que protestaron otros diciendo que mi clase no era la media, sino la baja, de acuerdo con mis antecedentes. El caso es que nací hijo de honrados maestros y nieto de sufridos labradores, y si tales antecedentes me sitúan en la clase baja, así lo admito y de ello me enorgullezco, pues no debemos ser malos cuando, poco a poco, vamos subiendo y progresando...

Estoy casado con una maravillosa mujer, hija de guardia civil y maestra de profesión y vocación, honrada y española como la que más, una mujer religiosa y prolífica que ha enriquecido nuestra unión con seis hijos que son nuestro orgullo y nuestra fortuna, educados todos ellos a la sombra de la cruz y en el amor a su Patria. En partes iguales se distribuye nuestra descendencia: tres varones y tres hembras; de aquellos, uno ya es militar, y de éstas, dos están casadas, también con militares; un nieto y otro en camino aseguran la prolongación de la familia. A la vista de todo ello es fácil sacar en conclusión que soy un hombre completamente feliz.

Aunque no soy monárquico, no me importa que mis amigos lo sean porque acepto cualquier forma de Estado, incluida la Monarquía, siempre que conduzca certeramente a mi Patria. Amo la vida y la libertad. Me gusta el orden. Soy católico practicante sin ser beato, y aunque no sea la mía una familia de mucho «rezo», todos los días damos gracias a Dios por los alimentos que permite llegar a nuestra mesa y bendecimos su nombre en familia al final de cada jornada. Políticamente no estoy encuadrado en ninguna ideología. Mi única política es España: su paz, su orden, su trabajo y su grandeza. No quiero nada que no haya ganado con mi sudor, y respecto a los demás, deseo que cada uno tenga lo que se merece, y me inclino por el más débil, no en una relación paternalista, sino en un plano de igualdad humana, de hombre a hombre.

En el trabajo y en el servicio soy duro para conmigo mismo y lo soy también para con tos demás, por ello, generalmente, no dejo pasar las faltas, las castigo, sin rencor pero sí de acuerdo con mi sentido de la justicia; por eso ni he guardado ni guardo rencor a quienes me han castigado si merecí el castigo. Entre mis grandes preocupaciones está la de la justicia social, pero sin demagogia; como cristiano sé que todos los hombres somos iguales, que lo único que cambia es aquello que Ortega y Gasset llamaba las circunstancias; por eso no creo en la existencia de razas privilegiadas, creo en los hombres y, sobre todo, creo en los españoles, y por lo que a mí se refiere, creo tener una enorme capacidad para encajar los reveses con la sonrisa en los labios, sin desfallecer nunca.

Tengo también defectos, quizá demasiados, pero de resaltar éstos ya se encargarán otros cumplidamente...

Creo que he hablado ya lo suficiente de mis orígenes, mi vida familiar y los pilares fundamentales de mi pensamiento como hombre y como español; quiero concentrarme ahora en mi condición de militar. Desde siempre quise ser militar, aunque no había precedente alguno en mi familia. Fue en 1951 cuando conseguí mis cordones de caballero cadete de la Academia General Militar. Aún ahora, en peligro de poder perder el uniforme, me parece mentira verme con los cordones en la mano, en la mano porque en el corazón los he llevado siempre.

Sin vanidad alguna por mi parte, pero sí con la obligación moral de salir al paso de quienes afirman que son militares los que no sirven para otra cosa, tengo que decir que fui un buen estudiante de Bachillerato, como certifican las abundantes matrículas de honor de aquellos años en los que se iniciaba mi expediente académico. Ya en la Academia General fui, durante tres años, cabo galonista por pertenecer a la primera promoción de la Guardia Civil, Cuerpo militar por entero, aunque yo siempre deseé que fuese Arma; Cuerpo militar español por su origen y creación, benemérito porque lo ha ganado a pulso y heroico porque lo ha demostrado a través de gestas como Santa María de la Cabeza, el Alcázar de Toledo, Oviedo y Tocina, que si cada una por sí misma sería suficiente, forman en su conjunto un póquer de ases que bien ganó para la Guardia Civil el titulo de heroico Cuerpo militar.

Durante mi permanencia en la Academia me enseñaron todo lo que ahora pongo en práctica y constituye el eje de mi vida, aunque mis profesores parecen haberlo olvidado. ¡De desmemoriados anda el mundo lleno! Lo cierto es que de aquellos profesores, hoy desmemoriados, aprendí el culto al valor, a la dignidad, al honor, a la Patria, a su unidad y a su bandera, y también el culto a nuestros muertos. Y me va a permitir el lector que haga un pequeño aparte para decir, en voz baja, confidencialmente a quienes tales enseñanzas me dieron: Señores desmemoriados ¡voy a tener que darles rabillos de pasas!

Tras este pequeño paréntesis, hecho gracias a la paciencia de los pacientes lectores, vuelvo a aquellos anos de mi vida en la Academia General de la que salí teniente en diciembre de 1955. Cataluña fue mi primer destino, y allí permanecí durante tres años. Cataluña era por aquellos años uno de los últimos reductos del bandolerismo español, con personajes como Sabater, Facerías y «Caraquemada», entre otros. Y cumpliendo aquel primer destino surgió la campaña del Sahara-Ifni. Poco tardé en redactar mi instancia (una instancia cuya copia conservo) solicitando mi incorporación a la Policía Territorial del África occidental española, pero mi petición fue denegada con la justificación de que estaba prestando servicio en zona de bandoleros de la que no se podía distraer esfuerzo alguno.

Y de Cataluña, a Galicia. Al ascender a capitán en 1958 me incorporé a una de las compañías del Miño, zona contrabandista de duro y sacrificado servicio. Allí me salieron las primeras canas y allí gané la primera cruz. Vélez-Málaga fue el siguiente destino, y después de Andalucía, Canarias; en 1963, con el ascenso a comandante, llegó el destino a Las Palmas de Gran Canaria. Badajoz fue la etapa siguiente de mi vida militar; allí pasé los años más apacibles de mi carrera, y de Badajoz he dicho siempre que es la tierra donde no nací pero en la qué sí me gustaría morir. Allí crecieron mis hijos y allí se terminó la lista de ellos con nuestro Juanico... por lo menos eso creo yo.

El ascenso a teniente coronel en 1974 iba a tener una importancia decisiva en mi vida militar. Fui destinado a Guipúzcoa y allí me incorporé el mismo día que se celebraba el funeral por el cabo Posadas. Aquella circunstancia debió ser como una premonición de la honda transformación que en mí iba a producirse; fue en aquellas tierras donde me convertí en un verdadero guardia civil, fue allí donde pude darme cuenta, en toda su dimensión, del temple, la disciplina y el valor y la gallardía de nuestros guardias; y fue allí, ante cada uno de los féretros, ante cada uno de los cadáveres de nuestros hombres, caídos por la insensatez de nuestros dirigentes, donde me hice la solemne promesa de no quedar en paz con aquellas víctimas heroicas hasta no igualar, al menos, su sacrificio.

Fue allí, en aquellas tierras, donde prediqué a mis hombres con el ejemplo, como a mí me gusta que me prediquen, ¡mojándome el primero! Allí vestí y paseé mi uniforme y mi tricornio con mayor orgullo que en ningún otro lugar de España. Siempre llevé en mis salidas el coche negro de servicio con la matrícula PGC y el letrero de «Servicio oficial». Fue allí donde más descubierto estuvo mi pecho, sin camuflaje alguno, porque tampoco estaban camuflados mis guardias de control; uniformado reglamentariamente visité los barrios viejos de San Sebastián y Vitoria, cuyas dos Comandancias mandé; vestido de uniforme fui también en ocasiones a las salas de fiestas en las que, en sus jornadas libres de servicio, disfrutaban mis guardias con la sana alegría de la juventud. Y nunca, ¡nunca! recibí de uniforme insulto alguno.

Pude haber sido tiroteado. No desconocía el riesgo y difícilmente podía olvidar a todos y a cada uno de los hombres muertos. Pero el riesgo es siempre inherente a nuestra carrera. Muchas veces he dicho a mis hijos que la vida es preciosa y que una de las cosas que más la engrandecen es el saber que se la puede uno jugar por algo que merezca la pena.

Durante mi estancia en Vascongadas fueron cerca de veinte las víctimas que hizo el terrorismo en el Cuerpo de la Guardia Civil, aunque de ellos solamente el cabo Frutos estaba a mis órdenes. Luché contra la ETA con todo mi afán, sin conceder descanso alguno a los terroristas, para que no pudieran pensar ni reaccionar; nuestra lucha no admitía tregua alguna, pero era, también por nuestra parte, una lucha limpia, enfrentada a la sucia lucha de los terroristas. Así y todo se logró detener a ciento cuarenta etarras, todos los cuales salieron en triunfante libertad gracias a la amnistía.

Sí, a lo largo de mis años de destino en Vascongadas tuve que asistir a demasiados entierros; eran mis hombres aquellos cadáveres, y es cierto, como dijo en alguna ocasión la Prensa, que besé a mis muertos; sí, los besé, aunque la mayoría de aquellos guardias muertos no tuvieran apariencia humana, como consecuencia de las explosiones que habían segado sus vidas. Sí, es cierto que los besé, y que mis labios se llenaron con su sangre de mártires; y es cierto también que mi hijo los besó, y allí, que yo sepa, nadie sintió náuseas. Aquello era para hombres y allí, que yo sepa, no había ninguno que no lo fuera.

También fue durante mi permanencia en Vascongadas cuando se llevó a cabo la legalización de la bandera separatista, esa bandera que ahora llaman las izquierdas «banderola», y que entonces antepusieron a la bandera de España. Aún estaba caliente la sangre del cabo Frutos cuando fue legalizada la bandera separatista y aquello me indignó, creo que justamente. Mis guardias y yo pasamos la peor noche de nuestra vida. Salimos varias veces a rescatar banderas españolas ultrajadas, en contra de las órdenes recibidas de no salir por ningún motivo. Una de esas banderas que pudimos rescatar medio quemadas preside desde entonces mi hogar.

Pensar que la «banderola» iba a ondear por encima de la sacrosanta bandera española me hizo saltar contra los culpables y aquello me costó un mes de arresto en Madrid y el cese en el mando de la Comandancia.

El siguiente destino fue la Jefatura de la Comandancia de Málaga, mi patria chica. Y allá nos fuimos con toda la ilusión del mundo. Había allí un pabellón precioso para mi mujer; allí estaban mis padres; allí estaban los amigos. Se reunían, en fin, muchas circunstancias para que en la Comandancia de Málaga pudiera encontrarme a gusto. Pero seguían los asesinatos y las tropelías en nuestra España. Las víctimas iban sumándose en cantidades que yo difícilmente podía soportar, aunque no falten quienes se tragan esas cifras sin pestañear, ¡allá sus estómagos!

Un atentado terrorista se cobró tres vidas: el señor Unceta, un hombre cabal, y dos guardias civiles. Y en aquella misma jornada me anunciaron que iba a haber en Málaga una manifestación en apoyo de la mayoría de edad, en definitiva, uno de esos «escandaleras» que organizan los marxistas y a los que acuden para gritar «¡Amnistía!»

Aquello me pareció una provocación, un comportamiento que no podía aguantar. Intenté por el diálogo evitar que la manifestación se celebrase, pero, aunque me dijeron que iba a ser trasladada a otro día, comprendí que trataban de engañarme y, ya al filo de iniciarse la manifestación, le dije al gobernador Civil: «Hoy España está de luto... Mañana seré un arrestado, pero hoy no se profana a mis muertos.» Y así me jugué la mejor Comandancia que he visto, porque disolví la manifestación, sin violencia, porque no fue necesaria más que la decisión y la firmeza reflejadas en los ojos de los hombres que componían mi fuerza. Aquellos hombres actuaban con energía y con la confianza en su mando, sabiendo que no iba a dejarles en la estacada, y está demostrado que cuando hay autoridad y decisión es innecesaria la violencia; solamente después de reculeos y blandenguerías es imprescindible la violencia. En fin, mi actuación me trajo un mes de arresto y el cese en el mando.

Marché a mi retiro extremeño, porque soy de carne, y en ésta me dolía lo que había perdido. Allí, en mi retiro extremeño, sin esperarlo, llegó el nombramiento de jefe de la Agrupación de Destinos de la Dirección General del Cuerpo. No era el mando ansiado por mí, pero era un mando. Y así llegué a la Villa y Corte, y así empecé a respirar en tres dimensiones lo que a las provincias solamente llega en dos. En Madrid tuve oportunidad de leer un proyecto de Constitución en el que faltaba Dios y sobraban «nacionalidades». Escribí inmediatamente una carta al Rey pidiéndole que aquel proyecto no saliera adelante y pidiéndole que no corriera más sangre... Catorce días de arresto y nuevamente en peligro mi destino. Entonces tomé un café con tres amigos y otro más, que, pareciendo serlo, resultó un vulgar delator; tomamos café en la cafetería Galaxia y... diecinueve meses de prisión efectiva, siete de ellos legal.

Me encontré nuevamente disponible y en Madrid, respirando a boca llena, durante las veinticuatro horas del día: asesinatos, atracos, trabajadores en paro mendigando por las calles, por las plazas y en las estaciones del Metro; veinticuatro horas al día viendo humillados a muchos de los que hasta entonces había considerado hombres dignísimos, viendo actos de cobardía, de indiferencia ante todo; veinticuatro horas al día oyendo los ladridos furiosos de los cuarenta sectarios que emponzoñan a nuestro pueblo, oyendo los crujidos de los cimientos de la Patria y oyendo el relato de las continuadas profanaciones de banderas. Disponible, viendo a lo largo de las veinticuatro horas a esas pandillas de jóvenes degradados por la droga, a esas muchachas que sin haber consumido su niñez han perdido ya el ansia de vivir porque ya todo lo conocen, aunque lo hayan conocido mal, y enfermos que piden un tercer sexo, y pornografía a raudales, degradando a la mujer y al hombre, y desprecio hacia nuestros mayores, irreligiosidad.

Todo eso es lo que vi en esas largas horas de mi situación de disponible, y pensé que no tenía derecho a dejar a mis hijos una Patria empobrecida y degradada, porque de mis padres recibí esta Patria en perfecto estado. Y pienso que si hay que liarse a tortazos, debo y quiero ser yo quien los dé y los reciba, y no reservárselo a mis hijos, que ellos tendrán los suyos a su tiempo...

Conocí a personas que se encontraban en circunstancias parecidas; que sufren por España, que aún tiene arreglo si se acaba con el separatismo, si se termina con el terrorismo y con el terror callejero, si se pone fin al paro mediante la adecuada utilización de la riqueza que en España existe.

Para ello solamente es necesario ser honrado y obligar a los demás a que lo sean, porque se puede gobernar imponiéndose con autoridad.

Por todo ello, a las 18,24 horas del día 23 de febrero de 1981 entré en las Cortes Españolas, hice público un comunicado explicando el porqué. Decía así:

«Españoles: las unidades del Ejército y de la Guardia Civil que desde ayer están ocupando el Congreso de los Diputados a las órdenes del general Miláns del Bosch, capitán general de Valencia, no tienen otro deseo que el bien de España y de su pueblo. No admiten las autonomías separatistas y quieren una España descentralizada pero no rota. No admiten la impunidad de los asesinos terroristas contra los que es preciso aplicar todo el rigor de la Ley. No pueden aceptar una situación en la que el prestigio de España disminuye día a día. No admiten la inseguridad ciudadana que os impide vivir en paz. Aceptan y respetan al Rey, al que quieren ver al frente de los destinos de la Patria, respaldado por las Fuerzas Armadas. En suma, quieren la unidad de España, la paz, orden, seguridad. ¡Viva España!»

Salí de las Cortes el día 24 de febrero, después de que el secretario de la Junta de Jefes de Estado Mayor firmara, con el consentimiento de la misma, y en presencia de mi director general, Aramburu Topete, un documento, que conservo, eximiendo de toda responsabilidad a soldados, guardias, cabos y suboficiales y hoy, a pesar de ese documento, sigue habiendo guardias detenidos, y lo están también todos los cabos y suboficiales. Se les busca culpabilidad cuando allí todo lo que se hizo fue por orden mía, sin tener en cuenta que no pudo ser más limpio ni más caballeroso el comportamiento de la fuerza con los diputados.

Yo me he declarado responsable de todo. Yo ordené los disparos. Yo ordené a todo el mundo que se tumbara en el suelo. Yo distribuí y ordené los servicios y los vigilé. Mi fuerza sabe que conmigo no se juega, y en mi poder está ese documento que exime de responsabilidades a guardias, cabos y suboficiales. ¡Señores, soy el único responsable de lo sucedido dentro de las Cortes! ¡Señores, dejen ya tranquila una Fuerza de la que deben sentirse orgullosos ustedes y toda España, sea cual sea su color y su ideología! ¿No se pedía eficacia a. las FOP? ¡Pues ahí tienen ustedes eficacia!... Claro que las órdenes que recibieron fueron claras y enérgicas.

Por todo ello me encuentro hoy en prisiones militares para aceptar lo que España disponga de mi, con el ánimo sereno y la conciencia tranquila, mucho más tranquila de lo que puedan tenerla quienes debiendo no están aquí con nosotros.
Sea cual sea mi destino, ¡gracias España por permitir que te haya servido!

Alcalá de Henares (prisión militar) Marzo de 1981.

Antonio TEJERO MOLINA. Teniente coronel de la Guardia Civil.

miércoles, 16 de febrero de 2011

La última nómina de Francisco Franco.



En la España democrática de los corruptos, ladrones, caciques, "corrupsoes", gürtels, fincas de Bono, EREs andaluces... un soplo de aire fresco: la última nómina de Francisco Franco.
En España hoy en día es un chollo el ser político de profesión. Así te garantizas una posición social y unas prebendas que convierten a la clase política española en un auténtico casta de privilegiados. Años antes las cosas no eran ni por asombro parecidas. Un ejemplo claro es este documento único que convendría difundir.