sábado, 20 de noviembre de 2010

Mi General.



Pido perdón a todos, como de corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera por tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida, que ya es próximo.

Quizás este sea una de las partes más bellas del Testamento del Generalísimo Francisco Franco, redactado a mediados de octubre de 1975, un mes antes de su ya anunciado pase a la Eternidad, y que lo hizo él mismo, encerrado en su despacho del Palacio de El Pardo, cuando veía ya que su fin estaba cercano. Como podemos apreciar si leemos el documento detenidamente (pasa lo mismo con el discurso fundacional de Falange Española en 1933 en el teatro de La Comedia), el texto en sí tiene una actualidad contundente. Podemos ver en él a la España del s. XX, y por lo que se puede apreciar, también la del s. XXI.

He destacado este fragmento sobre otros ya que la época histórica que nos ha tocado vivir lo hace aún mucho más actual por las circunstancias políticas y sociales vigentes en España. Esa España que afirma amar hasta el último momento y que hoy en día aparenta mostrarse desagradecida y enemiga de su legado. Eso es, al menos, lo que los medios de comunicación y la gente que nos rodea nos hacen querer ver. Los términos Franco y franquismo, hoy en día, se han convertido en un insulto fácil de arrojar contra el adversario político o personal. Se ha dado el caso de que incluso partidos situados a la izquierda y a la derecha del espectro político nacional se han acusado, mutuamente, de tener hábitos franquistas. Su nombre reducido al insulto, ¿a qué hemos llegado, mi General? (Comienza el monólogo)

Pido perdón a todos, como de corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera por tales…”

Si perdonaste, y pediste perdón, a todos los que se consideraron tus enemigos, y aclaras que no los tenias como tales, ¿qué se hizo mal? Ellos, hoy a comienzos del s. XXI, y a 35 años de tu muerte, siguen teniéndote como enemigo, como culpable de todos los males actuales de España y como recurso fácil para el insulto y la descalificación personal. ¡Claro!, si es que hoy vivimos en la época gloriosa de la “memoria histórica”, para mayor gloria de Zapatero y de su abuelo, que en Paz descanse.

“Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España…”

Los enemigos de España hace 70 años son los mismos de hoy en día. Esa es la conclusión a la que podemos llegar a raíz de los acontecimientos vividos. Creías y deseabas, mi General, no tener otros enemigos que los propios de España. Pues estabas en lo cierto. Hoy España, o lo que queda de esa “unidad de destino en lo universal”, está siendo vilipendiada y violada constantemente por los mismos politicastros que en 1936 nos llevaron al desastre civil y a la Cruzada de Liberación posterior. Estos de hoy son los herederos de los que salieron derrotados ayer, y han venido con ganas de revancha y de revisiones históricas, ¡a estas alturas del cuento!; pues sí, parece que en su afán de revisar la historia y de cambiarla no les parará nadie. Esos que quitan tus estatuas y te retiran de los libros de honor de las localidades en las que en un tiempo para atrás se desvivían por agradarte los oídos son los que hace 70 años quemaban iglesias y mataban curas, religiosas y seminaristas al grito de “Si los curas y frailes supieran…”. Está visto, mi General, que las cosas siguen igual. España y los españoles no tenemos remedio. Nosotros mismos nos lo hemos buscado y por ello hoy España sufre y se desangra por los cuatro costados gracias a la disciplina de voto del sistema partitocrático impuesto tras la RUPTURA, y no REFORMA, como nos hicieron querer ver. España, a golpe de urna, y no de espada como antes, se destruye. Las mismas amenazas que se cernían sobre nuestra Patria en 1936 son las mismas que hoy en día vemos. Ya José Antonio Primo de Rivera, Poeta, Capitán de Juventudes y Mártir, nos advirtió en su día: “España ha venido a menos por una triple división. Por la división engendrada por los separatismos locales, por la división engendrada entre los partidos políticos y por la división engendrada por la lucha de clases (...)”. Ese era, y es, el problema de España actualmente. Está visto y claro. ¿Tú no lo dudabas hace 70 años no? Yo hoy tampoco.

“…a la que amo hasta el último momento…”

¿Quién duda de tu amor por España?..., a la que amaste hasta el último aliento de tu vida. Parece que muchos aún no te perdonan que la salvaras de los politicastros y de los idólatras masones que planearon convertirla en un satélite de la Rusia de Stalin. ¿La primera Nación-Estado del mundo con la principal avenida de la capital llamada “Avenida de la URSS”?, ¿a qué habíamos llegado en ese momento? Pues sí, los incultos no te perdonan que les salvaras, a ellos y a las futuras generaciones, de convertirles en pasto del proletariado siberiano. Gracias a la intervención de un grupo de españoles, entre los que te encontrabas tú, y muchos otros, que lucharon para cambiar la historia de ésta gloriosa España, antaño Patria de Conquistadores y Evangelizadores; hoy, podemos disfrutar de los frutos de lo que fue la gesta gloriosa del 18 de Julio. Sí, digámoslo sin vergüenza, ¡para salvar a España!, y punto. Parece que hoy nos da pánico nombrar el sagrado nombre de ESPAÑA. Es verdad, en el vocabulario moderno la denominan con esa insoportable definición de “estepaís”. Vosotros, incultos, ¿cómo osáis?, ¿qué gratitud es esa? ESPAÑA, reducida a ese insultante calificativo. ¿Así despacháis a la primera nación moderna del mundo? Pues si, mi General, a eso hemos llegado. Seguro que muchos, después de tu muerte, vieron ya la que se avecinaba. 33 años después de ese frío 20 de noviembre de 1975, preludio de la noche de los traidores y de los “descamisados”, España es lo que es a la vista. No les faltaba razón a esos a los que les consideraban unos locos…

“…y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida…”

Igual que amaste a España durante toda tú vida, también cumpliste fielmente ese juramento sellado el 13 de octubre de 1907 en el patio del Alcázar de Toledo:

“¿Juráis a Dios y prometéis al Rey seguir constantemente sus banderas, defenderlas hasta verter la última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os estuviere mandando en función de guerra o en preparación para ella?”

Los 382 cadetes respondieron al unísono:

-“¡Si, juramos!”

Tu juramento se mantuvo fiel. España se lo merecía porque la querías y la amabas. Y te consagraste, cuando rondabas los 15/16 años, a servirla hasta el último aliento de tu vida. Te quedaste ligado, desde esa solemne fecha, a la Patria y al Ejército. Y eso hiciste. ¿Cuál fue la España que recibimos las generaciones que no vivimos la Cruzada? Está visto que las generaciones que vivimos la época de “vacas gordas” tendemos a no valorar el esfuerzo que realizaron muchos hace 70 años para que nosotros, hoy en día, estemos disfrutando de éste estatus que nos permite vivir sin preocupaciones. Qué ingenuos somos, ¿no?, te preguntarás muchas veces, mi General. ¡Sí supiéramos la sangre que costó el que hoy, noviembre de 2010, vivamos como lo hacemos! España parece que no reconoce tus impagables servicios prestados durante 39 años. “Mientras Dios me dé fuerzas continuaré al servicio de Españadecías en uno de tus ya típicos mensajes navideños. Y así fue. Esa máxima es similar a la que realizaste ese 13 de octubre de 1907 en el patio de Armas del Alcázar de Toledo. Está visto que no lo olvidaste. Nosotros, las generaciones venideras, parece que sí lo hemos hecho.

“…que ya es próximo.”

Toda vida tiene un principio y un fin. Es de sobra conocido que para aprender a vivir, una de las primeras premisas es saber que te vas a morir. Y tú lo sabías. Y por ello te gastaste y te consumiste para mantenerte fiel a unos ideales, que no podían ser otros que los de DIOS y ESPAÑA. ¿Si no, qué sentido tiene vivir? Mientras escribías este Testamento en tu despacho del Palacio de El Pardo sabías que tu fin en la tierra estaba próximo. Estamos de paso. Pero, también sabias que te podías ir con la tranquilidad de saber que habías cumplido con tu deber y con el juramento consagrado 68 años atrás en la ciudad imperial. Y te fuiste. ¿Qué quedó?... Llegó la hora de los traidores, de los “descamisados”, de los que antaño te servían y te juraban fidelidad, y que, después de tu muerte, se cambiaron al bando de la RUPTURA. La traición estaba servida. ¿Qué tenemos hoy?, una España que no es España. ¿Qué es eso de las autonosuyas?, sí, esa aberración denominada “Estado de las Autonomías”. ¿17 parlamentos distintos?, ¿17 administraciones autonómicas? ¿Queda algo de la “unidad de Destino en lo Universal”? Está visto que no, no mucho. ¿Qué España es ésta?, te preguntarás muchas veces, mi General. Esto, estoy seguro, no era lo que tú querías.

Como te dije más arriba, llegó la hora de los traidores. El cambio de chaqueta, excelentemente retratado en la obra del gran Fernando Vizcaíno Casas De “camisa vieja” a chaqueta nueva (1976), fue una constante en los años siguientes a tu desaparición. De esa clase de personas llegó consagrada la putativa constitución española de 1978 y el nacimiento, desde entonces, de la anti España. Quien siembra vientos, recoge tempestades dice el refrán. Hoy es lo que tenemos, lo que nos hemos ganado. Me viene a la memoria ahora mismo esas palabras dedicadas de José Antonio en el funeral del estudiante del Sindicato Español Universitario, Matías Montero, asesinado por los rojos en 1934, y que decían así: “Que Dios te dé su eterno descanso y a nosotros nos niegue el descanso hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte”. Nosotros, como se puede apreciar hoy en día, no hemos sabido todavía ganar esa cosecha, pero estamos en ello. (Fin del monólogo)

Está visto que a 35 años de la muerte de Francisco Franco poco se conoce aún sobre ese personaje histórico que para algunos miembros de la generación nacida en la época decadente (y que por lo tanto no lo llegamos ni a conocer) nos provoca una cierta fascinación histórica. Quizás debe de ser ese espíritu rebelde e inconformista que nos caracteriza a los que no superamos los 25 años lo que haga que no nos creamos ni tomemos en serio la “versión oficial” de su “biografía”. Sí, esa que nos intentan encasquetar los pseudo-historiadores que la memocracía nos han puesto en bandeja para difamar y calumniar, desde la perspectiva histórica, la figura del anterior Jefe del Estado. Es indignante ver como personajillos resentidos como Santos Juliá, los fallecidos Javier Tussell y Manuel Vázquez Montalbán, el Coronel de Caballería Carlos Blanco Escolá y los archiconocidos “hispanistas” anglo-sajones Ian Gibson y Paul Preston, entre muchos otros que me dejo en el tintero, se dedican a manipular datos, calumniar, e incluso insultar, a Francisco Franco. Claro, son lo pseudo-historiadores y “biógrafos” oficiales de la Ruptura, la decadencia memocrática y la “ley de Memoria Histórica”. Ellos, con sus antibiografías y sus polémicas apariciones en la prensa cuando el tema está de actualidad, difaman y calumnian constantemente su figura, haciendo de la manipulación histórica su negocio en unos tiempos políticamente propicios para ello. Gracias a ellos me empecé a interesar por la figura de Francisco Franco. Mi curiosidad me invitó a investigar sobre su figura al ver lo malo y lo cruel que era. Y así he salido. Ver a Antonio Gala llamar “hijo de puta” a Franco en un programa de televisión, ante la pasividad buenista de los presentadores y ante el aplauso del público, no hace si no que mi interés por su figura se acreciente. No me puedo considerar “franquista” porque no llegué a vivir la época de Franco; y sobretodo porque pienso que el “franquismo”, sin Franco, no existe. Otros pensarán lo contrario, pero yo me mantengo en mis trece. Eso si, por supuesto eso no quita a que sea un español agradecido. Gracias a la Cruzada que él y muchos otros posibilitaron estoy hoy aquí dando por saco a los políticamente correctos y bienpensantes del sistema. Les escandaliza, ¡qué le vamos a hacer…!

1 comentario:

  1. Cuando se insulta al Generalísimo, quedan dos opciones bien claras: o arreglar el asunto joseantonianamente, es decir, con la dialéctica de los puños y las pistolas, o si uno no está cerca del imbécil deslenguado, echando mano al recuerdo del poema de José Martí: "Puede una gota de lodo / sobre un diamante caer; puede también, de ese modo, / su fulgor oscurecer. / Pero aunque el diamante todo / se encuentre de fango lleno / el valor que lo hace bueno / no perderá ni un instante: / y ha de ser siempre diamante / por más que lo manche el cieno”. Un saludo desde Argentina. Y ¡Viva Franco!, como siempre.

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